Fundación
El decreto de creación del Instituto de Estudios Valencianos apareció bajo el Gobierno de la República el día 9 de febrero de 1937, en plena guerra civil española; se puede considerar, por tanto, está fecha como la oficial y la legalmente reconocida. No obstante, fue anteriormente, sobre 1913, cuando encontramos las primeras publicaciones que constatan el interés de la intelectualidad valenciana para la creación de un organismo dedicado a la investigación científica en todos los órdenes de la cultura general y en especial de la valenciana.
Fueron muchas las personas que influyeran positivamente en el nacimiento de esta institución y, entre ellos, destacan los trabajos de Eduardo Martínez Ferrando, periodista y escritor, el Presidente de la Diputación de Valencia: Juan Izquierdo o el diputado Juan Pérez Lucía. De entre todos destaca la figura de Francisco Bosch Morata, entonces Consejero de Cultura, que impulsó desde su cargo y de forma decisiva la creación de este organismo. Para este promotor de la cultura era importante una normativización ortográfica de la lengua valenciana que debía ser llevada por una entidad como el Instituto; al respecto opinaba que <<Si a esto añadimos la anarquía morfológica y ortográfica de nuestra producción literaria derivada sobretodo de la falta de un organismo académico prestigioso que unifique los criterios de los autores, normalizando nuestro léxico, hemos de llegar a la deducción del por qué no disfrutamos de una bibliografía seria aunque se hacen esfuerzos individuales meritorios que se han producido y se producen esporádicamente, acusando un aumento constante en número y calidad de las obras escritas en lengua valenciana>>.
Para Bosch Morata era preciso <<un organismo académico prestigioso para facilitar nuestra clara Renaixença, por exigencias ineludibles de la realidad dinámica en que vivimos, necesitada de organismos orientadores y meticulosamente analíticos que, recogiendo nuestro tesoro clásico, lo salven y lo pongan al día [...] que depurando y puliendo nuestra lengua, la habiliten definitivamente como vehículo natural de la cultura valenciana [...]>>.
Sobre industria dice: <<un organismo [...] que organice una poderosísima colaboración social para su aplicación a las artes, a las industrias y a todas las actividades de la vida moderna; que estudiando los fenómenos económicos del pueblo valenciano: producción, circulación, distribución, consumo, etc., produzca el bienestar de un pueblo como el valenciano [...]>>. También ve claro la conveniencia de la actuación en los campos científicos y económicos como muestran las siguientes palabras: <<El Instituto ha de despertar la espiritualidad de todo un pueblo, aplicándola a la organización colectiva del trabajo científico, reuniendo el esfuerzo individual y totalizándolo en una obra práctica que lo convierta en un resonador de nuestra lengua, de nuestras ciencias, de nuestra economía, de nuestra cultura>> y <<al trabajo científico por antonomasia ha de añadírsele el estudio a fondo, la crítica objetiva y fría de nuestra economía en todos sus aspectos [...]>>.
No olvida los estudios más clásicos: <<Para nuestro pueblo, como para los demás, es indiscutible el interés que tiene el estudio de su historia, ya que es innecesario decir que todo estudio de la historia antigua tiene que ser necesariamente precedido por el de la época prehistórica del lugar en cuestión, [...], consideramos indispensable una Sección Histórico-Arqueológica de la que dependería el Museo de Prehistoria>>.
Así mismo, el consejero Bosch reclama una Biblioteca Nacional Valenciana que dependería del Instituto de Estudios Valencianos (IEV) y añade que <<el Instituto, además de hacer ciencia, sería estímulo vigoroso de la consciencia valenciana, desvelando el sentimiento íntimo de su existencia, la inquietud de su personalidad. Evidenciará una verdadera tradición que responde a una idea patriótica, la que, puesta en actividad, tiene que expandir sus creaciones en todos los órdenes por todo el mundo, en lugar de ser tributaria del progreso y de las actividades es extraña>>.
Finaliza su discurso diciendo que <<La misión es ardua, penosa, pero, por esto mismo, más estimulante i meritoria para las firmes voluntades que la inicien asimilándose la orientación adecuada a las finalidades del Instituto>>.